Una práctica pediátrica que se generalizó en las últimas dos décadas fue el retraso de la ablactación hasta los 6 meses de edad y la restricción en la exposición a algunos alimentos que reconocemos como altamente alergénicos (huevo, chocolate, fresas, semillas, pescado y otros productos del mar, etc.) hasta después de los 12 o incluso 24 meses. Lo anterior derivó de una preocupación cada vez mayor por el incremento en la incidencia de enfermedades atópicas (asma, rinitis alérgica, dermatitis atópica y alergias alimentarias). Sin embargo, las recomendaciones que han transformado nuestra postura respecto a la alimentación del menor de un año de edad se plantearon más de una manera empírica que con base en la evidencia, la cual es, afortunadamente, cada vez mayor en la actualidad.
Ya desde el año 2008 la Academia Americana de Pediatría emitió un reporte clínico en el que modificaba su postura respecto a las recomendaciones que publicó en el año 2000 sobre este tema. En general podemos resumir lo siguiente:
Tras la publicación de este reporte en 2008 la acumulación de más evidencia continúa apoyando las consideraciones hechas por la AAP. Incluso la información reciente pudiera resultar perturbadora para muchos de nosotros, por ejemplo, Palmer DJ y colaboradores en Australia publicaron los resultados de un ensayo clínico aleatorizado doble ciego (Nivel IB Grado de Recomendación A) para determinar si la exposición temprana al huevo reduce el riesgo de alergia a este alimento mediada por IgE en lactantes con eccema, con una metodología muy interesante, los autores concluyeron que la introducción temprana de huevo en la dieta puede inducir tolerancia inmunológica y reducir la incidencia de alergia a este alimento en estos pacientes. También existen otros estudios que, contrario a lo que creemos, sugieren que el retraso en la introducción de alimentos alergénicos más allá de los 6 a 9 meses de edad puede incrementar la incidencia de enfermedades alérgicas sobre todo en pacientes con riesgo de atopia.
Además, investigaciones recientes señalan que al parecer, la mayor parte de los niños con alergia alimentaria desarrollan la sensibilización inmunológica in utero, por lo que se ha demostrado que una exposición temprana a estos alergenos puede inducir una desensibilización temprana y producir tolerancia inunológica aún después del desarrollo de enfermedad severa mediada por IgE (la mayor parte son estudios en pacientes con alergia al cacahuate). De este modo existe información que sugiere que los alimentos altamente alergénicos pueden ser introducidos durante la ablactación una vez que unos cuantos alimentos ya han sido tolerados. Hasta el momento no hay datos que sugieran que la introducción de alimentos alergénicos tenga que retrasarse más allá de los 4 a 6 meses de edad.
Hay que considerar que los estudios que existen respecto a este tema se han realizado en tres grupos de pacientes:
Podemos concluir que: 1. Hasta el momento existe evidencia suficiente para considerar que en ninguno de los dos primeros grupos la restricción de alimentos alergénicos más allá de los 4 a 6 meses de edad previene el desarrollo de alergias; 2. En el tercer grupo es donde la información más reciente sugiere como una posibilidad no retrasar la introducción temprana de alimentos alergénicos más allá de los 6 meses ya que incluso la exposición temprana podría inducir tolerancia inmunológica; 3. Aún así, se sigue reconociendo que una vez que se detecta una alergia alimentaria específica (pruebas cutáneas) está indicada la exclusión del alergeno de la dieta en cualquier grupo de edad y 4. Toda la evidencia apoya definitivamente a la lactancia materna exclusiva durante los primeros 4 a 6 meses de vida (por lo menos 3 meses) como la intervención de mayor impacto en la prevención de alergias alimentarias y otras enfermedades atópicas en niños con y sin riesgo de desarrollarlas.